viernes, diciembre 20

El cuento del árbol

Quería escribir un cuento sobre el dolor de una persona cuando talan un árbol, pero no uno cualquiera, sino suyo. Verlo crecer diariamente le habría hecho sentir en el una compañía, casi una complicidad, hubiera sido un símbolo. Podría decir que su profunda tristeza venía de tener conciencia del mal que es la humanidad para la naturaleza y el árbol que nos da oxígeno y bla bla bla, pero no querría mentir dando un discurso estilo greenpeace. Siendo sincera no sé por que se sentiría desolado ante semejante insignificancia, un árbol menos, podría plantar otro y olvidarse del antiguo, si tal falta de respeto fuera admitida en su estructura moral. Quizás sonreír cuando teñía de tonos anaranjados la vereda, en un baile lluvioso de hojas, o sentarse a su protectora sombra, o esconderse entre sus ramas alborotadas cada vez que se sentía perdido.Dormido en invierno, florecido y radiante en primavera, su árbol, aunque no suyo, porque bien consientes somos de que nada le pertenece a nadie, y aún menos la vida ajena, estaba ahí, en una espera pasiva y eterna.
Aquella mañana al ver el hueco imposible de llenar, el tronco partido dejando su desnuda corteza al descubierto, se habría sentido destrozado, sería consiente de lo frágil de su burbuja, del poco valor  de sus costumbres, se había creído en una nube de seguridad, por egocéntrico, había creído ser indestructible. Se daría cuenta de su soledad y la de todos, su mundo podría dejar desaparecer, como aquel árbol, y el seguiría allí, aunque ya sin nada para sostenerlo. ¿Seguiría allí?
Pero como decía, quería escribir un cuento, quería terminar de cerrar la idea sin preguntas de las que no tengo respuesta, pero no pude.