sábado, junio 21

Me quedo con ellas

Ni la debilidad, de aquel que puede con todos, menos con sigo mismo.
Ni tu apretada casa de juguetes, que te hizo esclava, dejándote desconcertada el peso de tu libertad.
Ni con abrazos distantes, que pedían perdón por tu silenciada impotencia.
Tampoco con tu mejor papel, de esposa servicial, ciega e insensible.
Mucho menos con tus perdidos años de madre, hundidos en desesperación.
Pero quiero quedarme con algo, que no pueda escribirse ni venderse, que sepa flotar por el aire como mariposa libre cuando deba, y regrese a mi para no irse nunca tan lejos, como vos misma te has ido...
Y tus trastabilladas palabras, suspiros enredados en ríos de nostalgia, nacidos de aquella nada densa, transparente de tu soledad. Algún fulgor de sonrisa perdida y una frase casi comprensible, habitante del universo disparatado donde ahora pasas tu tiempo, tiempo que huérfano de días, desaparece en una oscuridad pacífica, constante. Verdades que alcancé a atrapar en medio del remolino de recuerdos que hoy escupes con resignación. A ellas quiero abrazarme, a las dulces porciones de tu realidad locura que querés compartirme. Qué es entonces la demencia, sino un millar de puertas abiertas por donde corren frenéticas, desordenadas las voces de tus vivencias, en aquel refugio decides recorrer tu pasado, allí descubres maravillas con frecuencia. Quizá sea tal la magia de tu lugar, que la mezquina comunicación terrenal no te permita expresarla, está bien que así sea, es que sólo la resignación que viene siempre con los años y a veces con un dolor muy grande abre las puertas a la locura. Me quedo con ellas abuela, dejame tus palabras.

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